Terrorismo de Estado. Desaparición forzada de personas. Robo de bebés. Tortura. Persecución política y encarcelamiento. Exilio. Fusilamiento de personas. Imposición de un modelo económico de mayor explotación y desigualdad. Vacío generacional. Apoyo mediático, empresarial y civil.
Cuando algo se repite muchas veces, puede causar el efecto contrario al que se espera, en lugar de imprimirse e incorporarse en la memoria de todos y todas, corre el riesgo de cristalizarse, de perder su sentido profundo y naturalizarse. Por eso hablar del 24 de marzo es un nuevo desafío cada año. A veces parece que vamos a decir siempre lo mismo, pero años tras año, en cambio, decimos algo más. Todas esas palabras y oraciones son como postales, hablan sin conectores, ni explicaciones; son marcas que no vamos a olvidar. Son el telón de fondo para poner en escena otro debate: ¿cómo recordamos los años setenta en general?
No recordamos algo homogéneo. Nada se recuerda de una sola forma. Si hoy nos peleamos por lo que pasó ayer es porque las formas que tenemos de reconstruir del pasado nos construyen como somos hoy. Cada lectura de la historia contribuye a configurar una forma particular del presente y también del futuro. Y por eso nos damos la tarea de escribir la historia una vez más en cada volante y en cada documento: porque seguimos peleando para que la historia de nuestro pueblo sea de lucha y resistencia, en contra de aquellos que quieren que sea de derrota, de muerte y de arrepentimiento.
Diferentes lecturas del pasado moldean diferentes tipos de prácticas políticas. Si reconstruimos un pasado en el cual las organizaciones políticas pecaban de excesivas e idealistas, entonces lo que nos queda es la ruta del consenso, de la tolerancia de ideas en una democracia menos temperamental: el camino del olvido. Eso sería, nada más y nada menos, aceptar que la dictadura militar ha ganado, decidir que la muerte y el sufrimiento de muchos fue en vano, o por razones de imprudencia.
Pero para nosotros y nosotras la dictadura militar no ganó. Si escribimos una historia en la cual el pueblo vivió una de las etapas de mayor participación política, en la cuál se dieron los momentos de mayor desarrollo del pensamiento revolucionario, entonces puede ser que podamos empezar a desterrar la idea de que la dictadura ganó silenciando, asesinando, desorganizando. Ni aun así se le gana a la voluntad de vida y de justicia que las organizaciones populares seguimos reactivando y que vamos a seguir haciendo crecer: La lucha por otro mundo sigue viva. Sigue viva en los barrios, en las universidades, en los sindicatos y en las plazas. Sigue viva en los bachilleratos populares, en los centros culturales y en las fábricas recuperadas.
La dictadura militar también sigue viva, por eso las políticas contra el pasado no son suficientes si no están acompañadas por políticas a favor del presente y del futuro. Sigue viva en los medios de prensa gráfica, radios y canales que siguen siendo los mismos que entonces. Sigue viva en la desigualdad y la pobreza que se naturalizan como efectos “indeseados” de las políticas que benefician a los sectores dominantes. Sigue viva en el aparato represivo que sostiene el gatillo fácil, el maltrato y la tortura a los más pobres que sobrepoblan las cárceles. Sigue viva en la criminalizació n de la protesta social y en la persecución a los luchadores sociales. Sigue viva en la participación del estado en redes público-privadas de trata de personas, narcotráfico y robo.
La última dictadura militar vino a silenciar y a detener una certeza que crecía en la Argentina, en América Latina y en el mundo: que el capitalismo sólo es posible con pobreza, desigualdad, represión y muerte. Hombres y mujeres dieron su vida y nos enseñaron que la única salida es un mundo nuevo. Por eso un año más gritamos con toda nuestra fuerza:
NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS
30.001 compañeros desaparecidos
PRESENTES
AHORA Y SIEMPRE
Cuando algo se repite muchas veces, puede causar el efecto contrario al que se espera, en lugar de imprimirse e incorporarse en la memoria de todos y todas, corre el riesgo de cristalizarse, de perder su sentido profundo y naturalizarse. Por eso hablar del 24 de marzo es un nuevo desafío cada año. A veces parece que vamos a decir siempre lo mismo, pero años tras año, en cambio, decimos algo más. Todas esas palabras y oraciones son como postales, hablan sin conectores, ni explicaciones; son marcas que no vamos a olvidar. Son el telón de fondo para poner en escena otro debate: ¿cómo recordamos los años setenta en general?
No recordamos algo homogéneo. Nada se recuerda de una sola forma. Si hoy nos peleamos por lo que pasó ayer es porque las formas que tenemos de reconstruir del pasado nos construyen como somos hoy. Cada lectura de la historia contribuye a configurar una forma particular del presente y también del futuro. Y por eso nos damos la tarea de escribir la historia una vez más en cada volante y en cada documento: porque seguimos peleando para que la historia de nuestro pueblo sea de lucha y resistencia, en contra de aquellos que quieren que sea de derrota, de muerte y de arrepentimiento.
Diferentes lecturas del pasado moldean diferentes tipos de prácticas políticas. Si reconstruimos un pasado en el cual las organizaciones políticas pecaban de excesivas e idealistas, entonces lo que nos queda es la ruta del consenso, de la tolerancia de ideas en una democracia menos temperamental: el camino del olvido. Eso sería, nada más y nada menos, aceptar que la dictadura militar ha ganado, decidir que la muerte y el sufrimiento de muchos fue en vano, o por razones de imprudencia.
Pero para nosotros y nosotras la dictadura militar no ganó. Si escribimos una historia en la cual el pueblo vivió una de las etapas de mayor participación política, en la cuál se dieron los momentos de mayor desarrollo del pensamiento revolucionario, entonces puede ser que podamos empezar a desterrar la idea de que la dictadura ganó silenciando, asesinando, desorganizando. Ni aun así se le gana a la voluntad de vida y de justicia que las organizaciones populares seguimos reactivando y que vamos a seguir haciendo crecer: La lucha por otro mundo sigue viva. Sigue viva en los barrios, en las universidades, en los sindicatos y en las plazas. Sigue viva en los bachilleratos populares, en los centros culturales y en las fábricas recuperadas.
La dictadura militar también sigue viva, por eso las políticas contra el pasado no son suficientes si no están acompañadas por políticas a favor del presente y del futuro. Sigue viva en los medios de prensa gráfica, radios y canales que siguen siendo los mismos que entonces. Sigue viva en la desigualdad y la pobreza que se naturalizan como efectos “indeseados” de las políticas que benefician a los sectores dominantes. Sigue viva en el aparato represivo que sostiene el gatillo fácil, el maltrato y la tortura a los más pobres que sobrepoblan las cárceles. Sigue viva en la criminalizació n de la protesta social y en la persecución a los luchadores sociales. Sigue viva en la participación del estado en redes público-privadas de trata de personas, narcotráfico y robo.
La última dictadura militar vino a silenciar y a detener una certeza que crecía en la Argentina, en América Latina y en el mundo: que el capitalismo sólo es posible con pobreza, desigualdad, represión y muerte. Hombres y mujeres dieron su vida y nos enseñaron que la única salida es un mundo nuevo. Por eso un año más gritamos con toda nuestra fuerza:
NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS
30.001 compañeros desaparecidos
PRESENTES
AHORA Y SIEMPRE
FCRG
Frente Cultural Raymundo Gleyzer
C a M i N a N d O O t R a C u l T u R a
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