martes, 27 de abril de 2010

PROYECTO SUR Y EL DÍA DE LOS TRABAJADORES

 Nuestro sagrado día: "recuperación de nuestros recursos naturales y de las rentas extraordinarias que producen los trabajadores"

Redacción InfoSUR
Tan conmovedor como lejano nos resulta el estampido de las armas, las mejor cargadas de odio de clase, sobre miles de trabajadores reunidos en Plaza Lorea, en mayo de 1909, para honrar la memoria de los mártires de Chicago.
Los cuatro alemanes y el inglés ahorcados por la justicia norteamericana por organizar el movimiento que luego iba a triunfar en todo el mundo, las ocho horas de jornada laboral. Movimiento que también triunfa en la Argentina a pesar de la funesta ley de Residencia y de la represión desatada por Roca y sus aliados “positivistas”, que posteriormente se iban a llamar conservadores. Los comienzos del movimiento obrero en nuestro país fueron épicos. Durante las huelgas y manifestaciones de los primeros años del siglo XX, en la lucha libradas en las calles caen muertos a balazos Juan Ocampo, de 18 años, obrero textil, y el panadero Juan Pereira de 19 años. Durante el entierro caen abatidos por las balas de la represión, los anarquistas Luis Carre, Jacobo Giacomelli,y el niño Alfredo Seren de diez años. Hoy nos resulta increíble que miles de obreros manifestaran desafiando la salvaje represión que tuvo su máxima expresión durante la semana trágica y los acontecimientos de la Patagonia rebelde.
Es el período del capitalismo donde la organización del trabajo pasaba por el maquinismo y la gran industria y sobre él se asentaba el poder del trabajo. Es en ese entonces donde se forman los sindicatos anarquistas y las federaciones de obreros organizados, se mezclaban la movilización y las huelgas con la actividad cultural , creación de bibliotecas obreras y circulación de periódicos revolucionarios llamando a la emancipación de la clase obrera. Pero en esa década del 20 pronto surge una gran crisis que terminó con el crac de Wall Street de 1929. La desocupación masiva fue su cara más visible. Una de las respuestas a esa crisis, que finalmente se impondrá en todo el mundo, es el New Deal de Roosevelt, aplicando las teorías de Keynes.
Bajo una nueva organización de las fuerzas productivas el movimiento obrero se encamina de revolucionario a reformista. Con la incorporación de la organización taylorismo-fordismo se dan las bases materiales para entrar en la etapa del llamado Estado de Bienestar, lo que dio paso a que la clase obrera ingresara al sistema capitalista como socio en tanto se incorporaba al consumo masivo y obtenía importantes reivindicaciones, entre ellas la reducción de la jornada de trabajo. La lucha obrera se encamina bajo la consigna de la conquista salarial, nacen las paritarias. Se había cambiado el garrote por la zanahoria. El poder del trabajo y el movimiento obrero se alejaban de su emancipación Este espejismo duró poco.
Una nueva crisis asoma en los setenta. La caída de la productividad y de las tasas de ganancias, más el proceso inflacionario terminan con la época dorada del capitalismo. Surgieron, entonces, nuevas formas de organización de las fuerzas productivas, que resucitaron al sistema bajo la forma del neoliberalismo. La producción basada en el just time, en las nuevas tecnologías de calidad total, desarmó el poder de la unidad de los trabajadores, los sindicatos y los partidos políticos. Se configura un nuevo escenario donde los desocupados crónicos, los semiocupados y todas las formas de precarización han pasado a ser parte del movimiento social.
En ese marco se promociona el individualismo y las fuerzas sociales pierden su capacidad de poder relativo. El obrero masa fordista dejó paso al obrero toyotista , un nuevo sujeto social y nuevas relaciones sociales basadas en la destrucción de la superestructura de los trabajadores, :sindicatos, y toda forma de organización colectiva. El poder de saber hacer, hoy ha quedado en sectores privilegiados como por ejemplo los ingenieros de Silicon Valley, quitándole el poder de la unidad en las inmensas fabricas de cientos de obreros. Por otro lado el sector de trabajadores formales en grandes fábricas se va achicando al mismo tiempo que crece la economía informal y la marginalidad estructural. Resumiendo, la clase obrera ya no es aquel gran sujeto histórico llamado a ser el motor del cambio revolucionario. La consecuencia de esta nueva realidad de la sociedad civil con una parte importante de ella destinada a la exclusión nos pone ante el desafío de plantearnos nuevas estrategias que superen los dogmatismos que nos mantienen en la impotencia y la frustración para encaminarnos a la definitiva emancipación. Las transformaciones la hacen los pueblos y si algo se ha perdido en la larga y dolorosa lucha contra la explotación del hombre por el hombre, es aquel sentimiento de pertenencia a una clase, a un colectivo social, a partir del cual era posible soñar con un mundo más justo. Un sentimiento que acorazaba la unidad imprescindible, razón y fundamento de nuestra fuerza. El sujeto de la transformación social no es hoy algo dado por el desarrollo de las fuerzas productivas sino que su existencia depende de su posibilidad de aglutinarse en torno a reconocer lo que le es propio, la tierra, el trabajo y sus frutos, la cultura que respeta su realidad, el conocimiento arma estratégica de liberación.
Aquel imperativo categórico “Proletarios del mundo uníos” debe encontrar otro más abarcativo que incluya a la masa de desocupados, desplazados y marginales, atomizados y dispersos en la trama social fragmentada. La recuperación de las banderas de la liberación nacional, en el nuevo contexto de la globalización puede ser el punto de reencuentro de la unidad del pueblo para transformar el triunfo de los mercados en su derrota. Hoy está en juego la subsistencia misma de la especie. Los recursos naturales amenazados y democracias restringidas que habilitan la superexplotación más salvaje, reclaman un programa y una estrategia alrededor de la cual podemos encolumnar a lo que Frei Betto ha llamado el “pobretariado”. Ese conglomerado de nuevos actores sociales que le han sacado protagonismo al proletariado clásico, pero que hoy pueden constituirse en la palanca de la transformación. Marchando con las consignas de la recuperación de nuestros recursos naturales y de las rentas extraordinarias que producen los trabajadores, incluidos y excluidos, podremos reconocernos en una gran fuerza arrolladora, imparable y creadora de un nuevo fenómeno social, donde ya nadie quede indefenso frente a la deshumanización que nos impone el Capital.

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