27/06/10
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El ferrocarril Belgrano lleva una extraña maldición a cuestas. Posee la red más extensa de la Argentina, recorre 13 provincias y tiene conexión con 3 países limítrofes y los principales puertos del país. Pero, por falta de planificación y cuestionables manejos operativos se encuentra desde hace dos décadas a la deriva.
A principios de los 90 dejó de correr los trenes de pasajeros y, transitoriamente, pudo zafar de la marea privatizadora. Unos días antes de dejar la Rosada, en 1999, Menem lo entregó en concesión al gremio de la Unión Ferroviaria (UF).
Entre 2000 y 2001, el gobierno de la Alianza le dio la espalda.
Con la llegada de Néstor Kirchner, el ferrocarril de trocha angosta sufrió varias decisiones cambiantes e incongruentes.
De entrada, el Gobierno convocó a una virtual “reprivatización” para que la UF cediera sus acciones a un grupo privado. El intento fracasó porque ningún oferente se ajustó a las exigencias licitatorias.
A principios de 2006, el polémico ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime declaró el “estado de emergencia” de la compañía y puso como “gerenciadora” a una heterogénea sociedad empresarial-sindical que encabezó el grupo Macri con un socio chino. A la Sociedad Operadora de Emergencia (SOE) también se incorporaron las empresas locales Roggio y Emepa y los gremios de la UF, La Fraternidad (maquinistas) y la federación de Camioneros de Hugo Moyano. A partir de ese cambio, el Estado se hizo cargo de los sueldos ($ 22 millones mensuales) y de todas las obras de vías y las reparaciones de locomotoras y vagones.
En 2008, el decreto 1771 dispuso la reestatización definitiva y el traspaso a las compañías estatales ferroviarias ADIF (Administración de Infraestructura) y SOF (Operadora Ferroviaria). A casi dos años de esa decisión, la transferencia aún sigue pendiente y sin fecha cierta de concreción.
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