Son dos cosmovisiones que colisionan
12 FEB, 2013
Que la línea política se define más con posicionamientos que con retórica es algo que esgrimen muchos kirchneristas al demandarnos mayor énfasis en nuestras críticas al Grupo Clarín, o al denunciar supuestas connivencias del campo popular con las corporaciones durante el fallido impulso de la 125.
Más allá de la falta de sustento de esas críticas puntuales, concuerdo con el razonamiento de fondo, con que es la práctica política y la conformación de alianzas lo que define el horizonte de una construcción, y no sus discursos, que se los lleva el viento.
Sin embargo, al hacer esta observación las y los amigos kirchneristas podrían tener un poco más de sentido auto-crítico (y espero no estar pidiéndole peras al olmo). Es que resulta alarmante ver el posicionamiento de nuestro gobierno, y la utilización que se realiza del aparato Estado frente a la entrega de nuestros bienes naturales, confrontando y debilitando cualquier esbozo de soberanía popular.
Este gobierno está inmerso en un paradigma extractivo depredador que destruye nuestro ambiente, precariza nuestra democracia e hipoteca nuestro futuro. Promueven y avalan la megaminería saqueante y contaminante, promueven y avalan el agronegocio trasnacional, promueven y avalan el saqueo de nuestros hidrocarburos convencionales. Ahora, además, comienzan a promover y avalar el saqueo de nuestros hidrocarburos no convencionales.
Hace tiempo que la Secretaría de Minería y el INTA funcionan como herramientas estatales al servicio del lobby corporativo, buscando generar licencia social para permitir el enclave de la tecnología corporativa que profundiza la dependencia. Ahora se suma a esto YPF, a través de la promoción del frácking como LA salida a todas nuestras penurias. El neoliberal Gallucio y la propia Presidenta hacen de voceros estrellas para intentar convencer a nuestro pueblo de que no hay futuro sin fractura hidráulica. Bajo la bandera de una supuesta nacionalización buscan legitimar una mayor trasnacionalización de nuestros bienes y riquezas, una vez más, sin medir las consecuencias socio-ambientales que esto puede traer para nuestras comunidades. Es que no se trata aquí de, como dicen, alcanzar la soberanía energética. No, lo que se busca es consolidar un modelo extractivo exportador que genere billones de dólares, manejado por las corporaciones que monopolizan la tecnología necesaria para destruir nuestra tierra, contaminar nuestro agua y llevarse nuestras riquezas. Esa tecnología de la concentración y el despojo, que muchos técnicos no dudan en defender en pos de un supuesto bienestar popular que vienen prometiendo a nuestros pueblos hace 200 años y que, sin embargo, nunca llega.
Subordinando una vez más lo político a lo técnico, a lo “científico”, desprecian las expresiones populares y aseguran que las comunidades no están preparadas para decidir sobre cuestiones “tan importantes”. Así, de esta forma, desde un discurso desarrollista, progresista y oligarca, imponen sin más la lógica concentradora de la riqueza y depredadora del ambiente que pregona el muy poco serio capitalismo mundial.
¿Dónde está el peronismo de estos articuladores de la dependencia? ¿Dónde está el antiimperialismo, antes verborrágico y ahora vergonzoso, de estos aduladores del capitalismo mundial? ¿Dónde cobra sentido ese discurso pomposo que plantea una disyuntiva tan carente de sentido como es esa de “Cristina o las corporaciones”?
En el fondo y en la superficie son dos cosmovisiones históricas las que colisionan, y que lo vienen haciendo hace siglos. Por un lado el pensamiento occidental que sostiene que el hombre tiene que dominar la naturaleza, por el otro, una cosmovisión que se niega a perecer, y que en nuestro territorio encuentra sus raíces en nuestros Pueblos Originarios. Esta cosmovisión plantea que no existe dicotomía alguna entre humanidad y naturaleza, y nos presenta el desafío de buscar un desarrollo a partir de la construcción de una filosofía y una técnica que partan de esa base.
O construimos un sistema más armonioso, que balancee el ambiente sano con un desarrollo de características autóctonas, a partir de la participación popular en la definición de cómo queremos vivir y convivir, o seguimos corriendo detrás de la zanahoria manejada por quienes impulsan la concentración de la riqueza a un punto tal que implica la privatización de las fuentes de vida: tierra, agua y semillas.
Esas son las corrientes históricas que colisionan, y cuya tensión nuestra casta dirigente, oficialista y opositora, esconde detrás de discursos tanto liberales como progresistas. En el fondo, desde el kirchnerismo hasta el PRO, pasando también por un FAP dubitativo, las expresiones políticas tradicionales (aunque con nuevo maquillaje) se alinean detrás del capitalismo mundial y del rol que nos toca: ser la vaca envenenada y súper explotada que provea de materia prima a una minoría mundial que busca mantener sus posiciones de dominio y un estilo de vida de despilfarro, inequidad y destrucción. Nosotras y nosotros, a sabiendas del esfuerzo que significa conquistarla, elegimos la dignidad, y queremos construir como pueblo la posibilidad de elegir cómo queremos vivir y convivir.
Cuando los intereses de las corporaciones chocan con los intereses populares ¿Dónde nos posicionamos?
Más allá de la falta de sustento de esas críticas puntuales, concuerdo con el razonamiento de fondo, con que es la práctica política y la conformación de alianzas lo que define el horizonte de una construcción, y no sus discursos, que se los lleva el viento.
Sin embargo, al hacer esta observación las y los amigos kirchneristas podrían tener un poco más de sentido auto-crítico (y espero no estar pidiéndole peras al olmo). Es que resulta alarmante ver el posicionamiento de nuestro gobierno, y la utilización que se realiza del aparato Estado frente a la entrega de nuestros bienes naturales, confrontando y debilitando cualquier esbozo de soberanía popular.
Este gobierno está inmerso en un paradigma extractivo depredador que destruye nuestro ambiente, precariza nuestra democracia e hipoteca nuestro futuro. Promueven y avalan la megaminería saqueante y contaminante, promueven y avalan el agronegocio trasnacional, promueven y avalan el saqueo de nuestros hidrocarburos convencionales. Ahora, además, comienzan a promover y avalar el saqueo de nuestros hidrocarburos no convencionales.
Hace tiempo que la Secretaría de Minería y el INTA funcionan como herramientas estatales al servicio del lobby corporativo, buscando generar licencia social para permitir el enclave de la tecnología corporativa que profundiza la dependencia. Ahora se suma a esto YPF, a través de la promoción del frácking como LA salida a todas nuestras penurias. El neoliberal Gallucio y la propia Presidenta hacen de voceros estrellas para intentar convencer a nuestro pueblo de que no hay futuro sin fractura hidráulica. Bajo la bandera de una supuesta nacionalización buscan legitimar una mayor trasnacionalización de nuestros bienes y riquezas, una vez más, sin medir las consecuencias socio-ambientales que esto puede traer para nuestras comunidades. Es que no se trata aquí de, como dicen, alcanzar la soberanía energética. No, lo que se busca es consolidar un modelo extractivo exportador que genere billones de dólares, manejado por las corporaciones que monopolizan la tecnología necesaria para destruir nuestra tierra, contaminar nuestro agua y llevarse nuestras riquezas. Esa tecnología de la concentración y el despojo, que muchos técnicos no dudan en defender en pos de un supuesto bienestar popular que vienen prometiendo a nuestros pueblos hace 200 años y que, sin embargo, nunca llega.
Subordinando una vez más lo político a lo técnico, a lo “científico”, desprecian las expresiones populares y aseguran que las comunidades no están preparadas para decidir sobre cuestiones “tan importantes”. Así, de esta forma, desde un discurso desarrollista, progresista y oligarca, imponen sin más la lógica concentradora de la riqueza y depredadora del ambiente que pregona el muy poco serio capitalismo mundial.
¿Dónde está el peronismo de estos articuladores de la dependencia? ¿Dónde está el antiimperialismo, antes verborrágico y ahora vergonzoso, de estos aduladores del capitalismo mundial? ¿Dónde cobra sentido ese discurso pomposo que plantea una disyuntiva tan carente de sentido como es esa de “Cristina o las corporaciones”?
En el fondo y en la superficie son dos cosmovisiones históricas las que colisionan, y que lo vienen haciendo hace siglos. Por un lado el pensamiento occidental que sostiene que el hombre tiene que dominar la naturaleza, por el otro, una cosmovisión que se niega a perecer, y que en nuestro territorio encuentra sus raíces en nuestros Pueblos Originarios. Esta cosmovisión plantea que no existe dicotomía alguna entre humanidad y naturaleza, y nos presenta el desafío de buscar un desarrollo a partir de la construcción de una filosofía y una técnica que partan de esa base.
O construimos un sistema más armonioso, que balancee el ambiente sano con un desarrollo de características autóctonas, a partir de la participación popular en la definición de cómo queremos vivir y convivir, o seguimos corriendo detrás de la zanahoria manejada por quienes impulsan la concentración de la riqueza a un punto tal que implica la privatización de las fuentes de vida: tierra, agua y semillas.
Esas son las corrientes históricas que colisionan, y cuya tensión nuestra casta dirigente, oficialista y opositora, esconde detrás de discursos tanto liberales como progresistas. En el fondo, desde el kirchnerismo hasta el PRO, pasando también por un FAP dubitativo, las expresiones políticas tradicionales (aunque con nuevo maquillaje) se alinean detrás del capitalismo mundial y del rol que nos toca: ser la vaca envenenada y súper explotada que provea de materia prima a una minoría mundial que busca mantener sus posiciones de dominio y un estilo de vida de despilfarro, inequidad y destrucción. Nosotras y nosotros, a sabiendas del esfuerzo que significa conquistarla, elegimos la dignidad, y queremos construir como pueblo la posibilidad de elegir cómo queremos vivir y convivir.
“Nuestra idea de progreso no consiste en dominar la naturaleza, si no en entenderla. Es que nosotros formamos parte de la naturaleza, y al dominarla por la fuerza nos esclavizamos”.
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